“Una afamada actriz aparece muerta en una piscina. Causas desconocidas”.
Con ese titular comenzó el último juego.
Una serie de personajes que enredan la trama. Un socorrista,
un cocinero, familiares, chófer, amiga, fan, policías, cirujano y así hasta 16
personajes que complican el argumento de este cluedo.
¿Por qué os contamos esto? Porque nuestros monitores
prepararon para la última noche un cluedo. Partimos de la escena del crimen y
como grandes detectives, fijamos en nuestras retinas toda la información que
contenía la escena.
Los personajes estaban repartidos por La Vega y cada uno de
ellos nos iba dando datos de la actriz fallecida. Recopilando todas esas
pistas, teníamos que resolver el crimen.
Nuestras conclusiones se acercaban a la solución,
averiguamos quién fue el verdaderamente asesino: el chófer; pero no pudimos
contestar al cómo se desarrolló el asesinato.
Que sepáis que nos hicieron ir durante todo el juego con una
gabardina y el ojo guiñado, como un tal Colombo.
Por ser el último día nos dejaron un rato de parranda y
luego a las barracas a dormir y tirarnos
pedos.
Pasamos de describiros más nuestras actividades, ya habéis
comprobado que no hemos parado.
Ayer, jueves día 26, fueron nuestros padres a recogernos al
rancho. En el rodero usaron el lazo con gran destreza y nosotros como toros de Wisconsin nos resistimos
a ser atrapados. No queríamos volver a la rutina europea. Adoramos la vida
bizarra yanqui.
Nos
gustaban las tardes en el porche amenizadas con el sonido del ukulele y
el banyo, las mujeres por su parte bailaban y movían sus atuendos de cuadros.
El alcalde del rancho destilaba zumo y
leche para las meriendas y desayunos. Uno de los grupos de trabajo del rancho
se dedicaba a la lavandería, eran los encargados de lavar nuestros pijamas-
petos, esos que lucimos con el culo al aire.
No puedo vivir sin ti, no hay manera. Echamos
de menos al barbero del rancho, el que
nos afeitaba con navaja todas las mañanas.
El mayor de nuestros pesares es que
ahora tenemos que comer solos, ya no tenemos ese comedor de rancho en el que
nos servían gachas a destajo.
Deseamos volver el año que viene y que
nos reciban con una ducha a manguerazo en suelo de cemento. Las más rehabilitadoras.
Menos mal que los monitores se
encargaron de tatuarnos el número de serie y gracias a eso podemos recordar
nuestro paso por el rancho.
Gracias a todos los texanos del norte que han conseguido que no
nos demos cuenta que, en realidad, nuestros papis nos han apuntado a un campo de trabajo y que
todo este tiempo hemos estado dedicados al aprendizaje de profesiones: mantenimiento de piscina, limpieza de tiendas de color butano, ponedor y quitador de mesa de comedor, colgadores de toallas mojadas, llenadores de cantimploras nocturnas y así hasta un sin fin.
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