viernes, 26 de julio de 2013

EL RODEO DE TEXAS DEL NORTE.




“Una afamada actriz aparece muerta en  una piscina. Causas desconocidas”.
Con ese titular comenzó el último juego.

Una serie de personajes que enredan la trama. Un socorrista, un cocinero, familiares, chófer, amiga, fan, policías, cirujano y así hasta 16 personajes que complican el argumento de este cluedo.
¿Por qué os contamos esto? Porque nuestros monitores prepararon para la última noche un cluedo. Partimos de la escena del crimen y como grandes detectives, fijamos en nuestras retinas toda la información que contenía la escena.
Los personajes estaban repartidos por La Vega y cada uno de ellos nos iba dando datos de la actriz fallecida. Recopilando todas esas pistas, teníamos que resolver el crimen.
Nuestras conclusiones se acercaban a la solución, averiguamos quién fue el verdaderamente asesino: el chófer; pero no pudimos contestar al cómo se desarrolló el asesinato.
Que sepáis que nos hicieron ir durante todo el juego con una gabardina y el ojo guiñado, como un tal Colombo.
Por ser el último día nos dejaron un rato de parranda y luego a las barracas  a dormir y tirarnos pedos.
Pasamos de describiros más nuestras actividades, ya habéis comprobado que no hemos parado.
Ayer, jueves día 26, fueron nuestros padres a recogernos al rancho. En el rodero usaron el lazo con gran destreza y nosotros como toros de Wisconsin nos resistimos a ser atrapados. No queríamos volver a la rutina europea. Adoramos la vida bizarra yanqui.
Nos gustaban las tardes en el porche amenizadas con el sonido del ukulele y el banyo, las mujeres por su parte bailaban y movían sus atuendos de cuadros.
El alcalde del rancho destilaba zumo y leche para las meriendas y desayunos. Uno de los grupos de trabajo del rancho se dedicaba a la lavandería, eran los encargados de lavar nuestros pijamas- petos, esos que lucimos con el culo al aire.
No puedo vivir sin ti, no hay manera. Echamos  de menos al barbero del rancho, el que nos afeitaba con navaja todas las mañanas.
El mayor de nuestros pesares es que ahora tenemos que comer solos, ya no tenemos ese comedor de rancho en el que nos servían gachas a destajo.
Deseamos volver el año que viene y que nos reciban con una ducha a manguerazo en suelo de cemento. Las más rehabilitadoras.  
Menos mal que los monitores se encargaron de tatuarnos el número de serie y gracias a eso podemos recordar nuestro paso por el rancho.
Gracias a todos los  texanos del norte que han conseguido que no nos demos cuenta que, en realidad, nuestros papis  nos han apuntado a un campo de trabajo y que todo este tiempo hemos estado dedicados al aprendizaje de profesiones: mantenimiento de piscina, limpieza de tiendas de color butano, ponedor y quitador de mesa de comedor, colgadores de toallas mojadas, llenadores  de cantimploras nocturnas y así  hasta un sin fin. 

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